Recientemente visité un circo que se presentó en la ciudad donde vivo, y hubo algo que llamó mucho mi atención: en varios números presentados, los acróbatas hacían un gran trabajo en equipo y con ello manifestaban cómo, en muchos casos, la confianza en el otro nos lleva a sacar lo mejor de nosotros mismos.
En uno de los números había una gran estructura metálica con dos imponentes aros a cada extremo (parecidos a las ruedas de hámsters). Dentro de cada aro había un acróbata cuyos movimiento e impulsos hacían que el aro se moviera cual ruedas de molino.
Lo más impresionante resultó ser que en cada estructura uno de los acróbatas se quedaba dentro del aro mientras el otro, en el extremo opuesto, salía del aro y hacía piruetas (sí, con el aro en movimiento). Ese acróbata hacía lo mejor que podía en el escenario, con sus habilidades potenciadas al máximo y con la confianza puesta en que el otro acróbata se mantendría en movimiento, aplicando la intensidad, el empuje y la rapidez necesaria para que la estructura siga moviéndose, y que sus propios movimientos se efectuaran maravillosamente.
Hay momentos en nuestro existir en el que necesitamos ese empuje por parte de otra persona o situación, para entonces nosotros despegar como cohetes lanzados al espacio. ¿A qué me refiero con esto? A veces tenemos un plan para hacer algo y sentimos que nos falta capacidad para llevarlo a cabo o no sabemos por dónde empezar ni cómo hacerlo. Lo que sí sabemos es que debe ser hecho, para así lograr alcanzar nuestras metas establecidas.
En esos momentos nos viene a la perfección ese empuje (como el del acróbata), para nosotros movernos. Y se puede dar de muchas maneras: sostener una conversación con la otra persona sobre lo que sentimos y lo que queremos hacer, y recibir orientación al respecto; leer un libro, artículo, mensaje, etc., que “da en el clavo” con la respuesta anhelada; o un evento o situación que provoca que despertemos y percibamos esa epifanía sobre los pasos a tomar.
En mi caso personal, he sentido ese empuje de confianza e inspiración muchas veces, proveniente de mis familiares y amigos más cercanos, y también de situaciones que me han pasado. No es que yo no sea capaz de realizar mis proyectos sin necesidad de un motivador externo, nada más lejos de la realidad, sin embargo, es bastante cierto que como ser humano y ente social que soy, mis capacidades muchas veces se potencian al interactuar con las personas y cosas a mi alrededor.
En conclusión, cuando sintamos que estamos estancados, con dudas sobre hacia dónde dirigirnos, busquemos atentos en nuestro alrededor, y con discernimiento, evaluamos las palabras y eventos en derredor. Es muy probable que encontremos ese empuje de confianza que nos impulse a dar el siguiente paso.