Existen términos técnicos que se asumen como usados únicamente en el ambiente empresarial, viendo su aplicación en la vida cotidiana casi nula. Tal es el caso del término “proceso”.
Una de las acepciones halladas en el diccionario de la Real Academia Española (RAE) para la palabra “proceso” corresponde a “conjunto de las fases sucesivas de un fenómeno natural o de una operación artificial” (Real Academia Española [RAE], s.f.). Si esas fases o pasos sucesivos pertenecen a un fenómeno natural, quiere decir que en la naturaleza se encuentran sucediendo procesos naturales muchas veces imperceptibles al ojo humano. ¿Acaso alguien se da cuenta cuando ocurre la fotosíntesis en las plantas del jardín más cercano? ¿Vemos los electrones cuando son transferidos de un cuerpo a otro por fricción?
Si, como seres humanos, estamos rodeados de aire, agua, tierra, entonces vivimos rodeados de procesos que hacen que el planeta siga en marcha y que nuestra vida siga su curso. Por otro lado, al ver un proceso como la serie de pasos de una operación artificial, infiere que la mano humana intervino para que fuera posible; ya sea elaborando alguna herramienta, diseñando la tecnología usada, aportando la idea de cómo se realizará, entre otras maneras. Por lo cual interviene vida en alguna etapa del desarrollo de esa operación artificial.
¿A dónde voy con todo lo anteriormente expuesto? Al hecho de que, desde mi punto de vista, el concepto “proceso” no es exclusivamente aplicado dentro de oficinas con sistemas sofisticados de operación o microempresas que llevan sus cálculos en pequeñas computadoras portátiles, pues eso es lo que les permite su presupuesto. Más bien, nuestra cotidianidad está colmada de procesos, algunos imperceptibles y otros muchos que llevamos a cabo de manera consciente.
Un proceso consta de diversos pasos y componentes:
- Recibe una entrada (por ejemplo: materia prima, ideas, necesidad detectada, entre otros).
- Esa entrada se transforma, adquiriendo valor añadido (a saber, adaptaciones implementadas, interacción entre las partes, intercambio de información o transformación de características).
- Ocurre una salida (producto terminado, resultados, metas cumplidas, etc.).
Los procesos pueden ser tan complejos, como elaboración de intricados productos usando tecnologías sofisticadas, o tan sencillos, como el cocinar nuestra comida favorita…Sí, eso es un proceso: identificamos las entradas (ingredientes, herramientas de cocina); tiene lugar una transformación (cocción de los alimentos) y, al final, se logra el producto terminado (la comida a degustar).
Ahora bien, el hecho de reconocer los procesos cotidianos que nos rodean permite hacernos capaces de analizar con mayor facilidad la manera actual de realizar las cosas y cómo es posible mejorarlas. En adición, ver las etapas individuales de un todo facilita estudiar la interdependencia e interacción entre cada una. Con estas informaciones seríamos capaces de:
- Tomar decisiones más conscientes.
- Dar un uso más efectivo a los recursos que tenemos a la mano para realizar nuestras tareas.
- Hacer que la transferencia de información y conocimiento de una persona a otra se realice con base en datos y detalles válidos y que aportan valor a quien lo recibe, así sea que estamos enseñando cómo planchar una camisa.
Entonces, a este punto concluyo que sí, los procesos forman parte de las empresas, fábricas y de nuestras vidas. Más aún, la vida es un proceso donde recibimos oportunidades, bienes, tiempo, ideas; los transformamos en acciones tomadas, experiencias, cuidado y de ello se desprenden los resultados, objetivos alcanzados, nuestro entorno vital y social, transformaciones físicas de objetos o estructuras. Todo ello realizado al 100% por el mejor protagonista, nosotros mismos.
Por:
Melissa Pérez Díaz
Referencias: Real Academia Española (RAE). (s.f.). Proceso. https://dle.rae.es/proceso